lunes, 1 de junio de 2009

ZUMBI DOS PALMARES: EL ESPARTACO NEGRO BRASILEÑO

Aqui les ofrecemos un excelente articulo que habla sobre varios temas esenciales en la formacion historica de la capoeira y la cultura de Brasil. El autor abarca diversos temas como la rebelión negra en el Quilombo dos Palmares, ocurrida a finales del siglo XVII en el nordeste brasileño y encabezada por el guerrero africano Zumbi, así como la esclavitud y la situación social y política del negro en ese país durante el último siglo.Su visión no convencional de la historia y la actualidad del Brasil lo hacen particularmente interesante y aleccionador.
ZUMBI DOS PALMARES:EL ESPARTACO NEGRO BRASILEÑO
por Rui Costa Pimenta
profesor de la Universidad de Campinhas



Después de casi un siglo de sucesivos fracasos, el 20 de diciembre de 1695, una tropa mercenaria, contratada por la Corona portuguesa y los señores del azúcar de la entonces capitanía de Pernambuco, en el nordeste brasileño, aplastaban el último foco de la resistencia armada de los esclavos que pasaría a la historia como el Quilombo de Palmares. Su líder, conocido por el nombre de guerrero africano, Zumbi, fue muerto en un combate heroico y desigual. Su cadáver sería decapitado y su cabeza clavada en una estaca y exhibida en la plaza principal de Olinda, hasta descarnarse totalmente, para mostrar que el gran líder negro no era inmortal y aterrorizar a los esclavos y prevenir futuras rebeliones.
La represión contra el Quilombo no se agotó con la muerte de Zumbi. La historiografía oficial procuró restar legitimidad histórica a la resistencia negra, con el argumento de salir victoriosos, los quilombolas habrían transformado a Brasil en otro Haití, o sea, liquidado la cultura europea, portuguesa, sustituyéndola por la barbarie africana y condenando al país a un atraso sin perpectivas de redención, concepción ésta que ignora el atraso nacional existente causado justamente por la predominancia y la larga supervivencia de la esclavitud: "De todas las cuestiones, la más indiscutible es el relevante servicio prestado por las armas portuguesas y coloniales, destruyendo de una vez la mayor de las amenazas a la civilización del futuro pueblo brasileño, en ese nuevo Haití, refractario a todo progreso e inaccesible a toda civilización, que Palmares victorioso habría planteado en el corazón del Brasil" (Nina Rodríguez: 'Os africanos no Brasil').
En la década del 40, se inician en el Brasil los estudios dedicados a recuperar la verdad histórica sobre la esclavitud, la situación del negro y de sus luchas. Uno de los pioneros de este género de historiografía, Edison Carneiro, escribe el clásico 'O Quilombo dos Palmares' donde, por primera vez, es relatada la historia de la epopeya de los esclavos, sobre la base de una documentación rigurosa y un método científico. Escrito en pleno Estado Novo -que fue, entre otras cosas, un régimen de segregación racial- el libro es prohibido y su primera edición tiene que ser publicada en el extranjero.
En la década del 70, la lucha de los esclavos será estudiada por las tendencias nacionalistas y foquistas, que transforman a Zumbi en un símbolo de la resistencia nacional al imperialismo, de la misma manera que en otros países latinoamericanos lo fueron los líderes de las grandes rebeliones indígenas, como Tupac Amaru o Tupac Catari. Los historiadores de este período son Décio Freitas ('Palmares, la guerra de los esclavos') y Clovis Moura ('Quilombos y rebelión negra').
La crisis de la dictadura militar, donde nuevamente se intensificó la opresión del negro, con manifestación de abierta segregación racial, llevó al surgimiento de un nuevo movimiento negro como parte de la lucha antidictatorial del movimiento obrero y estudiantil. Esta nueva ola de movilización política del negro brasileño tendrá mayor envergadura que la del período 45/64, expresada en los Congresos negros de la década del 40, inspirados por el propio Edison Carneiro y otros, cuya actividad política se colocaba claramente en los marcos del nacionalismo burgués varguista. El movimiento de fines de la década del 70 llevará a la constitución del Movimiento Negro Unificado, un primer esfuerzo por dar un carácter unificado y nacional a las tendencias políticas del movimiento negro y, por primera vez, de claras características nacionalistas, o sea de afirmación del negro como parte oprimida de la sociedad y de condena de las tentativas de 'integración racial' que, en absolutamente nada, modificaron la suerte de la segunda mayor población negra del planeta, mayor que la de todos los países africanos con excepción de Nigeria.
La impasse del incipiente movimiento nacionalista negro -que nunca consiguió definir un programa o crear una verdadera organización política, a pesar de su comienzo vigoroso en la lucha contra la dictadura-, no impidió el crecimiento de una conciencia y una movilización negra, impulsada por la situación general del negro, que forma la capa más miserable de la población, que abarca la mayoría de los desempleados, de los 'sin techo', que gana salarios más bajos que los blancos, que sigue siendo víctima preferida de la violencia judicial y la violencia policial y que tiene bloqueadas todas las posibilidades de ascenso social, comenzando por la propia universidad, donde los negros, que constituyen cerca del 60 por ciento de la población del país, constituyen menos del 5 por ciento del total de las matrículas.
La gran repercusión de los 300 años del martirio de Zumbi, al que la propia prensa burguesa lo reconoce como un "héroe ignorado por la historia", incluso con la inédita bendición oficial, es la expresión del crecimiento de las contradicciones sociales y de la revuelta negra (Fernando Henrique Cardoso, flanqueado por el ex rey del fútbol y ministro de Deportes, Pelé, y la senadora petista, Benedita da Silva, concurrió al municipio de Unión de Palamares, en el Estado de Alagoas, en la sierra de Barriga, próximo al legendario Macombo de Macaco, centro de la resistencia palmarina, a rendir el cínico homenaje de los opresores a los oprimidos).
Las manifestaciones políticas y culturales de la cultura negra -que se rehúsa a ser enterrada según los deseos de la clase dominante, que se considera más próxima de Europa que de Africa o de las Antillas-, muestran que el pasado está alcanzando al presente y que la cuestión negra, así como en Africa del Sur o en los Estados Unidos, se desplaza hacia el centro de la crisis política, como consecuencia de la gigantesca crisis capitalista, que acentuó las tendencias a empujar a los sectores más oprimidos y explotados de la población al último grado de miseria y violencia.

LA ESCLAVITUD AFRICANA EN EL BRASIL

La esclavitud africana en Brasil fue una parte fundamental de uno de los mayores emprendimientos mercantiles de los orígenes del capitalismo, la industria del azúcar, superada solamente por la extracción de metales preciosos en la América hispana y, posteriormente, en el propio Brasil.
El atraso brasileño fue una consecuencia directa de la excelencia de las condiciones naturales, que permitían el monocultivo de productos tropicales de gran valor comercial en la Europa de los siglos XVI y XVII. Los objetivos comerciales de la colonización determinaron el monopolio de la tierra, de alto valor como inversión, y la reunión de la mano de obra esclava necesaria para las grandes plantaciones de caña y los ingenios azucareros. De la misma forma en que las tierras relativamente poco fértiles de Nueva Inglaterra terminaron dado lugar a la pequeña propiedad agrícola y a una acumulación de capital nativo, las tierras tropicales del nordeste brasileño, de extraordinaria capacidad productiva, dieron lugar al latifundio esclavista que bloqueó el camino a un desenvolvimiento capitalista propio.
La mano de obra africana fue traída al país por medio de una violencia sin paralelo en la historia de la humanidad, en los célebres navíos negreros, donde se amontonaban seres humanos en una bodega infecta, en viajes de dos o tres meses, que transformaban a una parte de la carga en cadáveres y mutilaba definitivamente a otra, de tal manera que la contabilidad de los traficantes de esclavos siempre preveía una pérdida como resultado del viaje. En los tiempos del embargo al tráfico de esclavos, se volvió común que los navíos negreros arrojaran su carga de miseria humana al mar para evitar la represión de la marina británica.
En las plantaciones de azúcar, la suerte del esclavo africano no mejoraba en nada. Los administradores hacían trabajar a los esclavos hasta el límite de sus fuerzas, y para disciplinar las tentativas de rebeldía hacían uso de las más violentas formas de tortura, que iban desde latizagos hasta las más podridas formas de mutilación, como arrancar dientes, ojos, dedos orejas y senos, en el caso de las mujeres. La violación de las negras se volvió una verdadera institución, practicada incluso por los piadosos frailes de la Iglesia Católica, lo que dio origen al abominable comercio que los padres hacían con los propios hijos, como ocurrió con el notable líder abolicionista y poeta Luiz Gama, hijo de un comerciante portuguez con una esclava y que fue vendido por su propio padre.
Este martirio increíble llegó al extremo de dar lugar a una forma de resistencia pasiva, conocida como banzo, en la que los negros morían de una inanición espiritual, que era en realidad una forma de suicidio por falta de voluntad de vivir. Ese cuadro dantesco de horrores increíbles no impidió que buen parte d ela intelectualidad burguesa, inclusive del modernismo del siglo XX, difundiera la extraordinaria versión de que la esclavitud en el Brasil habría sido una dominación "blanca y humanitaria" (Gilberto Freyre) y exaltase el carácter naturalmente "cordial" (Sergio Buarque de Hollanda) del hombre y de la cultura brasileña, lo que habría desembocado en una sociedad que sería un modelo de "democracia racial".
Se calcula que cerca de 50 millones de almas fueron traídas al Brasil durante los más de 300 años de esclavitud, principalmente de las posesiones portuguesas de Angola, Mozambique, Cabo Verde y Guinea-Bissau.
El salvajismo inaudito del régimen esclavista -que no daba al esclavo ninguna alternativa- despertó una dura y permanente resistencia de los negros, que se traducía en millares de revueltas de todos los tamaños y por todo el país, algunas de las cuales, como las revueltas de los negros islámicos, los malés y hussás en Bahía, a comienzos del siglo XIX, e incluso los levantamientos de esclavos, realizados como parte de la campaña abolicionista, como la gran marcha de Sao Paulo y las rebeliones en Campos (Río de Janeiro), al final del mismo siglo, asumieran la forma de verdaderas insurrecciones contra el régimen esclavista.
Las rebeliones esclavas, sin embargo, asumieron más comunmente la forma de los quilombos, los cuales, durante los tres siglos de esclavitud, brotaron en todos los estados del país como hongos después de la lluvia, sin exceptuar a los estados más distantes y menos poblados, como los del norte del país o la región amazónica. En los estados originales d ela colonización portuguesa, los esclavos rebelados crearon centenares de quilombos, ocurriendo lo mismo en Minas Gerais, Río de Janeiro, Sao Paulo y hasta Santa Catarina, en el sur del país, algunos de los cuales sobrevivieron como comunidad que reivindicaban las tierras de los antiguos quilombos que les dieran origen.
Los quilombos han sido descriptos por muchos historiadores, de manera completamente equivocada, como una forma subalterna de la resistencia a la esclavitud, en la medida en que no tenían una concepción de conjunto, un 'proyecto político', etc., sino que se 'limitaban' a agrupar esclavos fugados de las plantaciones. En realidad, el quilombo, o sea, la fuga y creación de un foco de resistencia en forma de comunidad productiva, es la forma más tradicional de revuelta de los esclavos en la historia de la humanidad. Al principio de las guerras serviles en Roma, se encontraba el mismo método inevitable: la fuga de los esclavos, muchas veces con la liquidación de sus dueños, daba lugar a comunidades fortificadas que, inevitablemente, en la medida en que crecían, eran obligadas a entablar un combate de vida o muerte contra el régimen esclavista para poder sobrevivir.
La atribución de un carácter inocuo a los quilombos como instrumentos de destrucción del régimen esclavista, parte de una ilusión óptica. La mayoría de los quilombos fueron focos relativamente aislados de resistencia, porque la revuelta de los esclavos no había podido aprovecharse de una crisis interna del régimen o, para utilizar una expresión conocido, la crisis "por abajo" no se había combinado con una crisis "por arriba", o también, aunque "los de abajo" ya no pudiesen ser gobernados como antes, "los de arriba" continuaban consiguiendo mantener su dominación como antes.
Justamente, la importancia histórica del Quilombo de Palmares es una muestra que, frente a la crisis del régimen colonial, la revuelta esclava presentaba un alto potencial subversivo en relación al régimen esclavista en su conjunto.

LA CRISIS DE LAS METRÓPOLIS Y DE LA COLONIA

Portugal se constituyó como reino independiente de Castilla recién en 1385, cuando un levantamiento nacional inauguró, con Juan I, la dinastía de Aviz. Con la victoria de las fuerzas portuguesas en la batalla de Aljubarrota, se consolidó el nuevo reino, que conocería su fase de mayor prosperidad a partir de 1415, cuando con la conquista de Ceuta, se inicia el expansionismo portugués que, después de la conquista del pasaje del Cabo de las Tormentas (Africa del Sur) por Bartolomé Dias, alcanzará su apogeo con el reino de Manuel I (1495/1521), conocido como "el afortunado", durante cuyo reinado se realiza el ciclo principal de las navegaciones portuguesas, con el famoso viaje de Vasco da Gama estableciendo el camino marítimo hacia Oriente. El descubrimiento y el inicio de la colonización de Brasil vinieron a culminar esta obra.
A fines del siglo XVI, la dinastía Aviz inicia su caida, extinguiéndose con la muerte del rey Sebastián I (1557/1578), muerto con buena parte de su ejército en las cruzadas, en la batalla de Alcácerquibir, contra los moros.
A partir de ese momento, debilitada, la nobleza mercantil de Portugal se somete a la Corona española, entonces la mayor potencia europea, en busca de estabilidad política y económica, y así permanecerá desde 1580, con Felipe I (Felipe II de España), hasta 1640, cuando el levantamiento de la aristocracia portuguesa contra Felipe III (Felipe IV de España) separa los dos reinos, estableciendo en el trono portugués a la dinastía bragantina, con Juan IV (1640/1656).
En 1624, los holandeses, a través de la llamada Compañía de las Indias Occidentales, invaden Bahía, centro de la colonia, y son expulsados por una fuerza conjunta hispano-portuguesa. En una segunda tentativa, seis años después, los holandeses consiguen apoderarse de la Capitanía de Pernambuco, segundo centro productor de las posesiones portuguesas, permaneciendo en ella hsta 1654.
Es en ese marco, de la que fue probablemente la mayor crisis de la colonia portuguesa, con los holandeses apoderándose simultáneamente de las tierras africanas de Portugal, que se da el crecimiento del Quilombo de Palmares.
La guerra lleva al extremo la debilidad del régimen esclavista, a tal punto que los portugueses ofrecen a los negros la emancipación a cambio de participar en la guerra contra los Países Bajos y se forma el "tercio" (formación militar tradicional del ejército español de la época) del comandante negro Henrique Dias que, gracias a los servicios prestados, no sólo contra los holandeses sino también contra el propio Palmares, alcanza la condición de hidalgo negro en una tierra de esclavos.
Las formaciones quilombolas de la región de Palmares databan de fines del siglo XVI. Allí se reunían los esclavos escapados de las plantaciones de la región, indios e incluso hombres blancos que, por un motivo u otro, sufriesen la opresión o la persecución del régimen colonial. Durante la guerra contra la ocupación holandesa, las comunidades embrionarias recibieron el refuerzo de un incremento de las fugas y de varias rebeliones que, no era raro, terminaban con la muerte de los dueños y administradores de los ingenios, y la fuga en masa de los esclavos.
A partir de esto, el Quilombo de Palmares ya no era una comunidad única, sino un conjunto de quilombos llamados mocambos, los cuales pueden haber alcanzado una población de cerca de treinta mil personas, un número extraordinario para la época. Según Décio Freitas ('Palmares, la guerra de los esclavos'), "conocemos el nombre y la localización de once poblaciones palmarinas. Macaco, sobre la sierra de Barriga, en un punto del sudoeste de la actual ciudad alagoana de Unión de los Palmares, era la mayor y más importante. Poseía 1.500 casas y una población de cerca de ocho mil habitantes. Estratégicamente era casi inexpugnable y por eso vino a convertirse en la capital de la república negra. La seguía Amaro, 54 kilómetros al noroeste de Serinhaém, con una extensión de seis kilómetros, mil casas y una población estimada en cinco mil habitantes. En las cabeceras del río Satuba y en las inmediaciones de la sierra de Juyara, a una distancia de 36 kilómetros de Macaco, se levantaba Subupira. Medía 6 kilómetros de extensión y se encontraba a distancia de tres montes. Entre los afluentes Paraibinha y Jundiá, cerca del lugar donde más tarde existió la 'colonia del limonero', estaba la población de Osenga, 20 kilómetros al oeste de Macaco. Zumbi se encontraba a 96 kilómetros al noroeste de Porto Calvo. Acotirene esta a 30 kilómetros al norte de Zumbi y 180 kilómetros al noroeste de Porto Calvo. Había dos poblaciones contiguas llamadas Tabocas, y Acotirene, al este de Zumbi. Denbrabanga se levantaba a 84 kilómetros de Taboca, en el lugar donde después existió el poblado de Sabalangá, en el camino de la sierra Dos Hermanos, actual municipio de Viosa. Al noroeste de Alagoas, 150 kilómetros, en la sierra del Cafuxi, quedaba Andalaquituche. En las cercanías de la actual ciudad de Garanhuns estaban las poblaciones de Alto Magano y Curiva".

LA GUERRA CONTRA PALMARES

Durante todo el período de existencia del quilombo, la Corona portuguesa y, por un período, el gobierno holandés de Brasil, enviaron decenas de expediciones contra Palmares, de las cuales más de 30 mil tuvieron lugar después de la expulsión de los holandeses de Pernambuco.
Terminado el largo período de guerra contra los holandeses, los señores de los ingenios y el gobierno portugués intensificaron la campaña contra Palmares, recogiendo en la mayoría de las ocasiones resonantes fracasos a manos de los quilombolas, decididos, bien armados y fortificados. Los reductos de los palamarinos estaban protegidos por las condiciones naturales, en medio de selvas y montañas que dificultaban el acceso de las expediciones represivas, así como el transporte de armamentos y la comunicación con las ciudades.
La primera expedición exitosa que abre una aguda crisis en el quilombo, fue dirigida por Fernao Carrilho, en 1677. Soldado de carrera, Carrilho conquistó la patente de capitán de infantería a través de la represión de los mocambos y los quilombos de la región. Después de una serie de incidentes, en que perdió la mitad de sus hombres, la expedición consiguió invadir la población de Amaro, hiriendo al jefe Ganga Zumba, matando a varios importantes líderes quilombolas y haciendo cerca de 200 prisioneros.
De vuelta en Porto Calvo, Carrilho presentó el resultado de su expedición como "destruídos los Palmares y vencidos los negros", lo que estaba lejos de ser verdad. Sin embargo, el éxito relativo de la expedición provocó una escisión en el interior de los Palmares. El jefe Ganga Zumba decide establecer una negociación con los blancos y procurar un tratado de paz. Una delegación es enviada a la ciudad para negociar con el gobernador general, que la recibe como a una delegación gubernamental. A partir de ese moemtno, queda establecido un acuerdo en el que el gobierno se compromete a respetar la libertad y la autonomía de los palmarinos, con la condición de que estos abandonen los Palmares -cuyas tierras fértiles eran codiciadas por los blancos-, estableciendo una comunidad en el interior, en un lugar llamado Cacaú, que entregasen todos los esclavos fugados no nacidos en los Palmares y depusiesen las armas. El acuerdo final fue firmado en Recife, capital de la Capitanía, personalmente por el propio Ganga Zumba, el 5 de noviembre de 1678.
Contra lo que pensaban los señores de los ingenios y el gobierno colonial, el quilombo todavía estaba lejos de terminar. Serían necesarios otros dieciocho años de lucha.

ZUMBI

La mayoría de los quilombolas acabará dando la espalda al jefe Ganga Zumba y continuará la lucha bajo el comando de un nuevo jefe, Zumbi, comandante militar del quilombo.
Las incertidumbres respecto de la historia de Palmares son todavía mayores en el caso del famoso jefe negro.
Algunos historiadores sostienen que se llamaba Francisco, que había sido esclavo de un sacerdote que lo educó y le enseñó a leer, a escribir y algún conocimiento de latín para el oficio de monaguillo. Según esta versión, el chico, educado en el catolicismo, habría huído, abandonado las creencia y adoptando un nombre africano. Es más probable que, como sostiene Décio Freitas, habría nacido libre en Palmares, estuviera casado y tuviera hijos.
Más recientemente, el antropólogo Luis Mott levantó la hipótesis de que el líder negro habría sido homosexual, lo que provocó una injustificada y reaccionaria respuesto agresiva de varios sectores del movimiento negro.
Lo que es cierto es que alrededor de Zumbi se agrupó la mayoría de los quilombolas y apenas mil personas siguieron a Ganga Zumba a Cacaú. Zumbi retornó a Macaco, impidiendo la colonización planeada por los latifundistas; y organizó un plan para destruir Cacaú, que se erguía como una amenaza a la lucha contra el opresor blanco.
Los adeptos a Zumbi se infiltraron entre los habitantes de Cacaú y elaboraron un plan para envenenar a Ganga Zumba y, a partir de ahí, lanzar una insurrección que tomase a cargo la población, llevándola de vuelta a Palamares. Según la versión presentada por Edisor Carneiro, los conspiradores llegaron a envenenar a Ganga Zumba, pero la conspiración fue descubierta prematuramente por algunos de los hombres de confianza del antiguo jefe, lo que posibilitó la intervención de las tropas gubernamentales que aplastaron la insurrección, lo que de cualquier manera llevó a la destrucción de Cacaú.
Enfrentando una situación de emergencia, Zumbi establecío en los Palmares una especie de gobierno de salvación pública, o sea, una dictadura revolucionaria, imponiendo la ley marcial, la militarización de todo el quilombo y la pena de muerte para los desertores. Según Décio Freitas, "hay informaciones precisas de que sin pérdida de tiempo Zumbi subordinó toda la vida de Palmares a las exigencias de la guerra implacable que se anunciaba. Desplazó poblaciones enteras a lugares remotos, incorporó a las milicias y sometió a adiestramiento intensivo a todos los hombres sanos. Multiplicó los puestos de vigilancia y de observación en los bordes de la selva. Despachó agentes para reunir armas y municiones. Reforzó las fortificaciones de Macaco, a punto de tornarla casi inexpugnable. Finalmente decretó la ley marcial: los que intentaran desertar hacia Cacaú serían pasados por las armas" (Décio Freitas: 'Palmares, la guerra de los esclavos').
El giro de la situación de los acuerdos concluídos por Ganga Zumba con el gobierno colonial ponen en evidencia el valor de Zumbi como líder político y militar, y una determinación revolucionaria que justifica plenamente la comparación con el gran líder de las revueltas esclavas de la Antigüedad, que casi puso al imperio romano de rodillas, Espartaco.
El gran mérito de Zumbi fue que con su rechazo del acuerdo hecho por Ganga Zumba, denunció de manera irrefutable la ilusión en un acuerdo entre los esclavizados y los esclavizadores para establecer un modus vivendi en los marcos del régimen esclavista.

LA DESTRUCCIÓN DE PALMARES

Después del fracaso del acuerdo entre el gobierno colonial y los quilombos, fueron intentadas nuevas expediciones, inclusive bajo el comando del mismo Fernando Carrilho, que había obtenido la primera victoria sobre Macaco, pero fracasaron. Finalmente, habiendo superado los problemas externos, la corona portuguesa supo prepararse con calma y superar relativamente sus contradicciones internas de manera de organizar una ofensiva más efectiva sobre el reducto de rebeldía negra.
La derrota del legendario quilombo pasaría a la historia como obra de un paulista, lo que en aquellos tiempos era sinónimo de la población más salvaje del país, siendo la capitanía de San Vicente, donde se localizaba la ciudad de Sao Paulo de Piratininga, la más atrasada de todo el país. Allí crearon las famosas 'bandeiras', tropas mercenarías de blancos, mestizos e indios, cuya misión era hacer la guerra por encargo -principalmente a los indios-, así como expediciones arriesgadas po rla selva en busca de oro y piedras preciosas. Los nombres de los principales 'bandeirantes' (jefe de las 'bandeiras'), presentados idílicamente en la historia oficial como pioneros y amansadores, como Fernao Dias Paes Leme, Raposo Tavares, Borba Gato, o 'Anhanguera', que adornan las carreteras de Sao Paulo, están relacionados con las peores masacres y con conflictos con la Iglesia por la esclavización de los indios, habiendo sido los responsables por la destrucción de la famosa "república comunista-cristiana" de los indios guaraníes en la frontera de Brasil.
Fue uno de los más brutales de estos jefes mercenarios, el bandeirante Domingos Jorge Velho, el hombre llamado para comandar la destrucción de Zumbi. Mameluco, o sea, mestizo de indio con blanco, el paulista fue caracterizado por los propios señores de los ingenios pernambucanos, brutales dueños de esclavos, en las palabras del obisco de Pernambuco: "este hombre es uno de los mayores salvajes con que me he topado; cuando se vio conmigo trajo con él un 'linga' (traductor, N.R.), porque ni hablar sabe, no se diferencia del más bárbaro 'tapuia' más que en decir que es cristiano, y no obstante haberse casado hace poco, le asisten siete indias concubinas, y de aquí se puede entender cómo procede en lo demás; tal ha sido su vida desde que tiene uso de razón -si es que la tiene- hasta el presente, anduvo metido por los montes a la caza de indios e indias, éstas para el ejércicio de sus torpezas, y aquéllos para provecho de sus intereses" (Edisor Carneiro: 'O Quilombo dos Palmares').
Después de muchas idas y venidas, relativas a negociados sobre el pago de las tropas, la recompensa a los bandeirantes, la ayuda en hombres y municiones, y vencidas las resistencias de los dueños de ingenios, estaba pronta la expedición final contra los Palmares. En la primera tentativa, los paulistas se lanzaron contra un mocambo próximo de la capital del quilombo y fueron rechazados por los guerreros de Zumbi, sufriendo pesadas pérdidas de hombres y equipamiento. Las tropas de Alagoas y de Porto Calvo fueron presas de pánico y huyeron. Jorge Velho, que había llegado con más de mil hombres, entre blancos e indios, regresó a Porto Calvo con 600 indios y 45 blancos.
El bandeirante pidió refuerzos al gobernador, y "En noviembre de 1693 comenzaron a llegar a Porto Calvo caravanas de mantenimientos y material bélico de Bahia. En diciembre llegan los grandes efectivos: 3.000 hombres reclutados en Olinda y Recife, comandados por el capitán Bartolomeu Somoes da Fonseca; 2.000 de Alegoas y Porto Calvo, bajo las órdenes del sargento mayor Sabastiao Dias Mineli, más un cuerpo de elite, bajo el comando del capitán mayor Pimentel. De Penedo y Sao Miguel llegaron 1.500 hombres. Los hermanos Bernardo y Antonio Vieira de Mello se presentaron al frrente de 300 hombres y una manada de bueyes. De Bahia, Paraíba y Rio Grande do Norte vinieron más de 800 hombres. Eran en total más de nueve mil hombres -blancos convertidos en hidalgos, mestizos bronceados, mulatos, indios pernambucanos, paulistas, bahianos, piauinses, reunidos en el mayor contingente militar hasta entonces organizado en la colonia".
"La guerra de los Palmares se transformará en una cruzada contra los negros" (Renato Castelo Branco: 'Domingos Jorge Velho y la penetración paulista en el Nordeste').
En enero de 1694, esta fuerza armada llegó al macombo de Macaco y estableció su cuartel general en frente de la enorme empalizada montada por Zumbi, conocida como la Cerca Real de Macaco. Allí constituirían campamento y construirían un pequeño fuerte denominado Nossa Senhora das Brotas. Del otro lado de la cerca estaban preparados para luchar cerca de 11 mil guerreros negros del quilombo.
El cerco a la capital, sin embargo, no estaba dando resultado. Los palmarinos más de un ataque con grandes pérdidas a los sitiantes, que no conseguían aproximarse a la cerca real: "Fue entonces que el capitán mayor Bernardo Vieira de Mello, que comandaba la tropa pernambucana, apostada del otro lado de las fuerzas de Domingos Jorge Velho, por iniciativa propia construyó, con sus esclavos y soldados, una cerca de 594 metros de varas a plomo, acompañando la de los negros. Los otros comandanters -por orden del Maestro de Campo- fueron haciendo lo mismo en las tierras que defendían, envolviendo, por fin, en una contracerca de enormes dimensiones, al reducto palmarino (...). Aún así la lucha parecía indecisa. Pauliostas, alagoanos y pernambucanos no podían aproximarse a la cerca de Zumbi sin peligro de vida". El maestro de campo concibió, entonces, la construcción de una nueva cerca, "oblicuamente, desde su cuartel a una punta de la del enemigo, la cual no era defendida por ningún puesto, confiados en que terminaba en un precipicio inaccesible". El viernes 5 de febrero de 1694, el Zumbi pasó revista a las defensas de la plaza, y al llegar a ese ángulo notó que faltaban solamente 4,40 metros para que la cerca oblicua se encontrase con la suya. (Los hombres de Domingos Jorge Velho sólo podían trabajar durante la noche y la mañana los sorprendería sin terminar el trabajo). El jefe negro reprendió severamente a la guardia local y dio una reprimenda al comandante del puesto, diciéndole, de acuerdo con la narrativa del Maestro de Campo: "¿Y tú dejaste hacer esa cerca a los blancos? ¡Mañana seremos invadidos y muertos, y nuestras mujeres e hijos cautivos!".
La alternativa que les quedó a los guerreros de Zumbi fue intentar escapar por la brecha que había junto al precipicio. En la noche siguiente, centenares de personas procuraron escapar en silencio por allí, y descubiertos por los centinelas, sufrieron pesadas bajas, con muchos despeñados por el abismo y centenares de heridos, a tal punto que al día siguiente, los centinelas pudieron seguir a los fugitivos por un amplio rastro de sangre, habiendo sido el propio Zumbi uno de los heridos.
Bernardo Vieira de Melho persiguió a los fugitivos e inició una masacre aterradora. Según los relatos, degolló a más de 200 guerreros, solamente dejando con vida a dos mujeres y dos niños. Por la mañana entraron a la ciudadela de Macaco. "Los expedicionarios degollaban y mataban sin misericordia. Se menciona al alférez Joao Montez como uno de los que más se distinguían en la carnicería. Los soldados, dice Jorge Velho, 'degollaron a los que pudieron'". Exaltados por la sed de sangre no pensaban en hacer priisioneros. Cuenta Frei Loreto de Couto que "avanzaban cortando y matando todo lo que encontraban", y los cadáveres se amontonaban, "tendidos tantos que les faltó a muchos terreno para caerse. (...) Arrasada e incendiada, la ciudadela negra ardió la noche entera en una enorme hoguera, cuyos rubios brillos pudieron -así dice la tradición- ser divisados desde Porto Calvo. Apenas quinientos diez negros aparecieron vivos como prisioneros" (Décio Freitas: 'Palmares, la guerra de los esclavos').
La furia de las huestes represivas fue tan intensa, que se despreció la captura de hombres para reesclavizarlos, a pesar de su alto valor comercial.
Después de la derrota de Macaco, los mercenarios de Domingos Jorge Velho caputararon uno por uno los demás pueblos de los Palmares, matando, incendiando y degollando con la misma intensidad en todos los lugares, de tal forma que solamente sobrevivieran mujeres y niños. En muchos casos, las mujeres se suicidaban y mataban a sus hijos para escapar a la esclavitud.
La resistencia, sin embargo, todavía no había terminado. Zumbi escapó a la carnicería y había organizado una pequeña cantidad de guerreros en torno suyo, ingresando ahora en una guerra de guerrillas contra los blancos. Los sobrevivientes comenzaron a atacar en varios lugares a través de pequeños grupos armados. Esta situación perduró hasta fin de año, cuando, finalmente, uno de los grupos, dirigido por Antonio Soares, fue capturado por André Furtado de Mendonca, que torturó al prisionero y, finalmente, consiguió obtener la localización del escondrijo de Zumbi.
"El escondrijo se situaba en un punto recóndito del monte, probablemente en la sierra Dois Irmaos, lugar de desfiladeros, peñascos abruptos y gargantas profundas, por una de las cuales se precipita el río Paraiba. Zumbi mantenía siempre junto a si una guardia de 20 hombres, pero cuando Soares llegó, seguido a distancia por los paulistas, la guardia se hallaba reducida a seis hombres.
"El drama fue rápido. Cercado el lugar por Furtado de Mendoza, se acercó Soares hacie el jefe, que lo recibió confiadamente. Entonces, bruscamente, Soares le enterró un puñal en el estómago y dio la señal a los paulistas. Ayudado luego por los compañeros y a pesar de estar mortalmente herido, Zumbi todavía luchó con bravura". En carta del 14 de marzo de 1696 para el rey, Melo y Castro contó que Zumbi "peleó valerosa y desesperadamente, matando a uno, hiriendo a algunos y, no queriendo rendirse los demás compañeros, fue preciso matarlos y ni uno solo se atrapó vivo" (Décio Freitas: 'Palmares, la guerra de los esclavos').

UNA LUCHA SIN PERSPECTIVAS

Si la historiografía burguesa oficial, como Nina Rodrigues, procuró quitar legitimidad histórica a la lucha del Quilombo, impugnándolo por ser una perspectiva de acentuación del atraso nacional, la historiografía de la izquierda nacionalista y foquista no fue capaz de atribuirle a la lucha de Zumbi una perspectiva histórica real, o sea, señaló sistemáticamente que se trataba de una tentativa históricamente inviable. Según Décio Freitas, uno de los principales historiadores del Quilombo y de la lucha de los negros brasileños en general, la derrota de los Palmares "estaba sellada por limitaciones históricas objetivamente instraspasables" ('Palmares, la guerra de los esclavos').
Para el autor, la sociedad colonial brasileña, creada en los marcos del mercado mundial capitalista y dependiente de él, es asimilada a la sociedad esclavista antigua, o sea pre-capitalista, olvidándose que el Quilombo es contemporáneo de la revolución burguesa en Inglaterra y que, histórica y socialmente, está más próximo, principalmente en sus perspectivas, de las rebeliones campesinas (como por ejemplo, en Alemania en el siglo anterior) que de las rebeliones de escalvos de la Roma antigua.
Además, lo mismo que en la Roma antigua, no es correcto decir las que rebeliones esclavas estaban inevitablemente condenadas al fracaso. La rebelión de Espartaco estuvo muy próxima a derrotar a los ejércitos romanos y de invadir y ocupar la propia Roma, lo que no ocurrió en función de las dificultades de la dirección de los rebelados que, naturalmente, se atemorizaron ante tan extraordinaria perspectica. La demostración de que podrían haber liquidado al régimen esclavista estaba en que, después de las guerras serviles, el régimen esclavista entró en decadencia en todos lados, alcanzando inclusive una expresión jurídica en la forma de numerosas leyes que ponían límites a la esclavitud, hechas por el propio patriciado romano.
Según el autor, "la tráfica contradicción que pesaba sobre las rebeliones esclavas consistía en que, por un lado, no podían triunfar a menos que ganasen la adhesión de alguna categoría social importante y, por otro lado, esta posibilidad estaba objetivamente excluída en los marcos de la sociedad esclavista. De este modo, luchando patéticamente solos, contra todo y contra todos, no tenían perspectiva. Sus tentativas se limitaban a una serie de insurrecciones, de represiones, de nuevas insurrecciones" (Décio Freitas: 'Palmares, la guerra de los esclavos').
La experiencia histórica de la propia esclavitud latinoamericana desmiente este análisis, como fue comprobado algo más de 100 años después en el caso de Haití, donde los esclavos, aprovechándose de la crisis de la metrópoli, acabaron con la esclavitud y con toda la clase dominante colonial blanca de la isla. El caso del Quilombo de Palmares no es diferente. La comparación con Haití está lejos de ser coincidencia, sino que expresa el temor que se apoderó de la clase dominante desde el propio crecimiento de la resistencia esclava en la Serra Barriga en el inicio del siglo XVII. Es notocio el empeño puesto por la administración colonial en sofocar a la comunidad rebelde y el pensamiento de que ésta se erquía como una amenaza al propio orden esclavista.
Por otro lado, en varios mementos, la case dominante nativa, particularmente a partir del final del siglo XVII e inicios del siglo XIX, formuló la proposición de extinción del cautiverio. Otra cosa es que la burguesía, que propugnaba la emancipación nacional, la emancipación de los esclavos, o sea, las tareas de la revolución democrática, se mostrase capaz de llevarlas adelante. Desde un punto de vista teórico, o potencialmente real, la perspectiva de la liberación del esclavo era la revolución burguesa contra el régimen colonial en su conjunto. En este sentido, la propia abolición, resultado de una movilización revolucionaria manipulada y frustrada, no realizó la verdadera emancipación del negro, justamente porque fue la expresión de la incapacidad de la burguesía brasileña de realizar plenamente las tareas de la democracia.

EL FIN DE LA ESCLAVITUD

El régimen de trabajo esclavo en Brasil fue el último en ser eliminado en todo el mundo, llegando hasta 1888, cuando todo su potencial como régimen de producción se había agotado. Las derrotas de los incontables movimientos de lucha de los esclavos en la colonia y de los innumerables movimientos revolucionarios ante el poder centralizado del "imperio", está en la raíz de este desenvolvimiento histórico. Para liquidarlo, asímismo, fue necesaria una de las mayores movilizaciones de masas a que el país asistió en toda su historia.
Refiriéndose a la destrucción del Quilombo fantoche de Cucaú, la revista Veja (22/1/95), caracteriza que "estaba destruída la experiencia de negociaciones que podría haber abierto precedentes importantísimos en las futuras relaciones entre señores y esclavos. Si Cucaú, donde la libertad y el derecho a la propiedad de los negros eran reconocidos, no hubiese fracasado por la división interna y por las hostilidades de los blancos, la historia de la esclavitud en Brasil podría haber sido diferente -y Ganga Zumba hoy tal vez fuese reconocido como un Nelson Mandela avant la lettre, un negociado refinado que encontró una solución de convivencia. No sucedió así y quien quedó para encabezar la resistencia sin concesiones fue Zumbi. Atrincherado en Palmares, con un régimen extremadamente militarizado, fue al todo o nada". Claro que esta delirante 'interpretación' de la historia de la esclavitud es nada más que una transposición nada sutil de las ilusiones políticas del presente al siglo XVII, pero establece las perspectivas políticas que se plantean inclusive hoy.
Dejando de lado la idea fantástica de la convivencia pacífica entre los esclavos y sus dueños, garantizados los derechos políticos y sociales de los primeros, la historia del país comprobó que la propia idea de una solución negociada para el problema del negro no tiene ningún fundamento.
Muchos estudiosos izquierdistas, inclusive participantes de los diferentes movimientos por los derechos de los negros, han diseminado la tesis de que la abolición fue una dádiva de las clases dominantes (de los señores de esclavos) y de que el negro no habría participado del movimiento abolicionista, de ahí el carácter limitado de la emancipación del trabajo servil. En realidad, tanto una tesis como la otra son extraordinariamente falsas. Primero, porque el fin de la esclavitud fue el resultado de una de las mayores movilizaciones de masas realizadas en el país. La llamada Ley Aurea -presentada como una magnanimidad de la princesa Isabel, regenta del país- fue aprobada por el parlamento como única alternativa a las tendencias revolucionarias que ya comenzaban a producir una profunda crisis institucional, inclusiva con amotinamiento del Ejército, que se rehusaba abiertamente a cumplir las órdenes gubernamentales referentes a la represión de los esclavos fugitivos de las haciendas de Rio y de Sao Paulo. La no intervención de los esclavos es otro mito. En los momentos finales de la campaña abolicionista, que había obtenido hasta entonces precarios resultados, la tendencia al levantamiento de los esclavos era patente. En Campos, en el interior de Rio de Janeiro, los esclavos se levantaban en una serie de revueltas, quemaban las haciendas, obligando a los hacendados, ante la parálisis del Ejército, a organizar verdaderas milicias para-militares para enfrentar la rebelión. En Sao Paulo, las crecientes fugas de esclavos, auxiliadas por una amplia organización en las ciudades (los 'caifazes' de Antonio Bento), ya se estaban transformando en un levantamiento, con la fuga en masa conocida como la "gran marcha", la cual, también, había paralizado al Ejército. El régimen político fue obligado a conceder la emancipación (sin el resarcimiento reivindicado por los hacendados, muchos de los cuales fueron simplemente a la quiebra), para evitar una crisis revolucionaria de consecuencias imprevisibles, principalmente si se podía apoyar en un levantamiento generalizado de los esclavos concentrados en aquel momento en la región Sudeste del país. Se presentaba, una vez más, la fórmula tradicional del "prusianismo" brasileño, de la solución tardía y castrada por arriba para prevenir la eclosión inminente de rebelión generalizada de los de abajo. Este hecho es confundido con una ausencia de movilización revolucionaria. Evidentemente que estas soluciones solamente fueron posibles ante el carácter capitulador de la dirección burguesa del movimiento abolicionista (Nabuco, Patrocínio, etc.), cuyo programa se colocaba en abierta oposición a la movilización de los esclavos, y de la debilidad de los sectores pequeñobuergueses revolucionarios (y todavía más, de la clase obrera, extremadamente incipiente en aquel momento) -organizativa, pero principamente programática, toda vez que no planteaba la cuestión de la república, ni la cuestión agraria, de manera consecuentemente democrática- de este movimiento (los hermanos Lacerca en Rio, Silva Jardim, Luis Gama y, después, Antonio Bento, en Sao Paulo).
La experiencia de la historia señala claramente que nada, absolutamente nada, vinculado a las reivindicaciones de los explotados -y particularmente, de la enorma población negra del país, entre ellos- fue conseguido sin una lucha encarnizada, prolongada y cruel. Y esto sirve para la situación presente del negro en el país.

LA LUCHA DEL NEGRO HOY: CONCLUSIONES

La población negra (entendidos allí los negros y mestizos) en Brasil, comprende más del 60% de la población total y, así como en los EE.UU., están en expansión. De este total, los que consiguieron ascender a las llamadas clases medias son una minoría absolutamente insignificante. El número de matrículas de negros en las universidades públicas, por ejemplo, es... ¡menor al 5%! Los niños de la calle, que se cuentan por centenares de millares en todo el país, son mayoritariamente negros, así como la población de las decenas de millares de favelas de las grandes ciudades. Los salarios de los negros son menores que los de los blancos, y están excluídos inclusive de los mejores puestos de la industria. En los útlimos 20 años de crisis capitalista, esta situación se acentuó brutalmente. Pasada la euforia del 'milagro económico' de la década del 70, en Brasil así como en los EE.UU., las ilusiones de que la situación social del negro podría mejorar a través de la integración al régimen burgués comenzaron a deshacerse como humareda al viento.
Uno de los aspecto centrales de la actual crisis capitalista -que es una crisis histórica, o sea, que cuestiona todo el régimen económico y social a partir de sus fundamentos- es la eclosión del conjunto de problemas de formación nacional no resueltos por la historia del país, o sea por su clase dominante: la cuestión de la independencia nacional, el problema de la unidad nacional, el cuestión agraria y, también, la cuestión del negro, como problación oprimida dentro del país. Ya en 1822, todos estos problemas estuvieron agudamente presentes como preocupación -y como elementos de crisis- en las propuestas políticas de los hombres (José Bonifácio) que articularan la independencia política sui generis del país. En todas las crisis políticas nacionales anteriores (1888-1889, 1893, 1930, 1937, 1964, etc.), estas contradicciones se manifiestan con mayor o menor intensidad, pero nunca como en la crisis actual, a pesar de su lento desenvolvimiento.
Por primera vez desde la abolición de la esclavitud, la cuestión del negro se ve colocada en el centro de las contradicciones políticas nacionales, y la principal manifestación de ellos es el crecimiento de la conciencia política del negro y de sus luchas a partir de 1977.•

© 1995-2000 Rui Costa Pimenta / Artículo publicado por primera vez en la revista En Defensa del Marxismo números 10 (diciembre 1995) y 11 (Abril 1996)

No hay comentarios:

Publicar un comentario